Me acosté con mi esposa, pero al despertar me encontré en la cama de su mejor amiga. Lo que descubrí en su mesita de noche me impactó profundamente.

El día de mi cumpleaños comenzó de la manera más extraña imaginable. Jamás habría esperado abrir los ojos y descubrir que no estaba en mi cama, y mucho menos al lado de la mujer equivocada. Todo parecía un caos desde el primer momento, y lo que ocurrió después fue aún más desconcertante.

Apenas logré entender lo que estaba pasando cuando dos niños pequeños se acercaron corriendo, abrazándome con fuerza mientras me llamaban “papá”. Eran los hijos de Eliza, la mejor amiga de mi esposa. Mi mente no lograba procesar nada. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Cómo había llegado hasta aquí? Era como si el mundo se hubiera vuelto loco de un momento a otro.

Intenté mantener la calma, pero el desconcierto era abrumador. Recorrí con la mirada la habitación y me di cuenta de que no reconocía nada. Las cortinas, los muebles, el aroma a lavanda y sándalo… Todo era ajeno a mí. Me senté en la cama, luchando contra una mezcla de culpa y confusión, tratando de encontrar alguna pista que me ayudara a recordar qué había sucedido.

De pronto, Eliza se movió a mi lado. Abrió los ojos lentamente, y lo que hizo después me dejó helado: me sonrió cálidamente, como si no hubiera nada fuera de lugar, y me dio un beso en la frente mientras decía: “¡Feliz cumpleaños, cariño!”.

Ese “cariño” resonó en mi cabeza como una alarma. “¿Cariño?” repetí con voz temblorosa, incapaz de comprender. Todo mi ser gritaba que algo estaba terriblemente mal. ¿Qué hacía en la cama con Eliza? ¿Por qué me trataba como si yo fuera su esposo? Necesitaba respuestas, y rápido.

“Eliza, ¿qué está pasando aquí?”, le pregunté con urgencia, pero ella solo se rió suavemente, como si mi confusión fuera parte de una broma. “Vamos, Matt, no te pongas tan dramático. Sabes que es tu cumpleaños. Relájate, voy a preparar el desayuno”.

Me dejó solo, y mientras salía de la habitación, mi mirada se posó en la mesita de noche. Allí, en un marco, había una fotografía que casi me hace caer al suelo. Era una foto de boda… y en ella estaba yo, sonriendo junto a Eliza en un vestido blanco. Mi mente no podía asimilarlo. ¿Qué significaba todo esto?

Desesperado, tomé mi teléfono. Necesitaba contactar a Erica, mi verdadera esposa. Cuando marqué su número, la llamada fue respondida, pero no por Erica. Escuché la voz de Eliza desde abajo, como si todo estuviera perfectamente planeado para mantenerme en esta realidad absurda.

Mi corazón latía desbocado mientras intentaba encontrar sentido a todo esto. Decidí llamar a mi madre, convencido de que ella podría arrojar algo de luz sobre esta locura. Pero su respuesta me dejó aún más desconcertado. “¿Tu esposa? Es Eliza, por supuesto. ¿Por qué preguntas algo tan extraño?”, dijo con tono despreocupado.

Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. Cada intento de buscar claridad solo me llevaba a un abismo de confusión. Finalmente, cuando bajé las escaleras, los hijos de Eliza volvieron a correr hacia mí, abrazándome y gritando “¡Feliz cumpleaños, papá!”. Yo no podía más. Esto tenía que ser un sueño, una pesadilla de la que necesitaba despertar.

Más tarde ese día, las cosas tomaron un giro inesperado. En una pequeña reunión de cumpleaños en casa, mis “amigos” y “familia” parecían actuar como si esta vida fuera completamente normal. Todo seguía sintiéndose irreal, hasta que la vi… Erica, mi verdadera esposa. Estaba allí, junto a Michael, el esposo de Eliza, riendo y disfrutando como si nada fuera fuera de lugar.

Mi corazón se aceleró. Tenía que hablar con ella, aclarar este desastre. Pero antes de que pudiera acercarme, me vi atrapado en el centro de atención. Todos cantaron “Feliz cumpleaños” mientras me acercaban un pastel decorado con mi nombre. Al apagar las velas, cerré los ojos con fuerza, deseando que todo volviera a la normalidad.

Cuando abrí los ojos, Erica estaba frente a mí, con una gran sonrisa en su rostro. Antes de que pudiera decir algo, se inclinó y me besó. “Déjame adivinar”, dijo riendo. “¿Pediste esto en tu deseo de cumpleaños?”.

La habitación estalló en risas y vítores. Entonces lo entendí: todo había sido una broma. Erica, Eliza, Michael y hasta mi madre habían conspirado para hacerme creer que había despertado en una vida completamente distinta.

“¿Una broma? ¿Todo esto fue una broma?”, exclamé incrédulo mientras todos reían. Erica asintió, explicándome cómo habían planeado todo, desde la “resaca” que me hizo perder los detalles de la noche anterior hasta los niños llamándome papá.

Aunque me sentí aliviado al saber que no estaba loco, también estaba abrumado por la intensidad de la experiencia. Miré a todos los rostros sonrientes y no pude evitar reírme también.

“Os odio a todos”, dije, sacudiendo la cabeza con una sonrisa. “Pero definitivamente, este es un cumpleaños que nunca olvidaré”.